martes, 31 de julio de 2012

Hacia el paradigma de la vida Plena



¡Hacia el paradigma de la vida plena!
La educación –en su expresión institucional o escolarizada- no ha contribuido a que cada hombre y mujer de esta planeta se sienta absoluta y apasionadamente convencido de que la vida, o es plena, o no es vida. Es decir, a la educación se le ha utilizado para que incorporemos, en nuestras estructuras intelectuales, saberes que parecen encontrar su máximo valor en la memorización mecánica, no en su significado para la vida de quien los obtiene.

Ha llegado la hora de cambiar, ha llegado la hora del cambio en nuestras formas de entender, sentir y vivir la educación (sea en las instituciones, sea en la calle, sea en el campo, sea en las plazas políticas). El cambio es necesario y urgente. Por eso no puede reducirse a cambio de saberes, ni de técnicas, ni de métodos, ni siquiera cambio de instituciones.

El cambio es un cambio desde adentro, es un cambio de esquemas mentales, de sentimientos, de emocionalidades relativas a la educación. Es un cambio de paradigma, puesto en palabras más usuales en nuestros tiempos.

Ésta es la hora de asumir, con toda nuestra fuerza individual y colectiva, que educar no es otra cosa que propiciar, y propiciarnos, una vida plena, una vida total, una vida que trasciende la simple satisfacción de necesidades materiales o básicas. La vida plena es aquella que se expresa en:

  Una corporalidad sana y activa,

• Una inteligencia emocional desarrollada que nos permite sentirnos felices, dispuestos y automotivados para todo,

  Una inteligencia social que nos conecta, que nos hace sentirnos parte de entornos sociales y culturales, y nos compromete política y ciudadanamente,

  Una inteligencia ecológica que nos hace comprender la necesidad de cuidar amorosamente la Tierra, de preservar y desarrollar todas las formas de vida de nuestra casa planetaria,

  Una espiritualidad que nos llena de energía interior, que nos da la fuerza para anhelar -para nosotros y los demás- una vida a tope, pero llena de ternura profunda.
Vida plena es sentir, en lo más íntimo de nuestro ser individual, pero también en lo íntimo de nuestras comunidades, que todas nuestras dimensiones deben desarrollarse, que todas nuestras necesidades deben satisfacerse, que todas nuestras capacidades deben acrecentarse y darse al mundo. Que tenemos el derecho a vivir, pero a vivir dignamente.

La educación consiste, entonces, en todo esfuerzo, toda acción, toda iniciativa que nos lleve a demandar (nos) este paradigma de la vida plena. Una de sus consecuencias o efectos será construir comunidades de educadores y educadoras que sientan esa llamada de vida, que se sientan conectados a la vocación de ser humanos, que se sientan con el compromiso de defender, proteger y desarrollar la vida plena.

Con estos llamados, las comunidades de educadores y educadoras comprometidos con el paradigma de la vida plena, dejarán de esforzarse tanto en lo que “enseñan” para ocuparse, tierna, apasionada y profundamente, en el oficio de aprender.

La conexión entre vida y aprendizaje es una conexión que hemos olvidado en medio de nuestra adhesión ciega al paradigma educativo del racionalismo. La vida está hecha de aprendizajes, y los aprendizajes están hechos desde y para la vida.
Esta página estará dedicada a contribuir en esa creación mundial de un paradigma de la vida plena, que lo ejerzan hombres y mujeres que crean en la educación como camino, como vía, como puerta o como puente a mundos y escenarios insospechados de humanidad tierna y técnica, afectiva y efectiva, holística y científica.

¡Vivir para aprender, aprender para vivir! He aquí la llamada a educadores y educadoras constructoras de la vida plena.


INTERPRETO EL SIGUENTE TEXTO:

La conexión entre vida y aprendizaje es una conexión que hemos olvidado en medio de nuestra adhesión ciega al paradigma educativo del racionalismo. La vida está hecha de aprendizajes, y los aprendizajes están hechos desde y para la vida.